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TEXTO 1.
¿Somos irresponsables?
EL PAÍS 26/03/2018 – Víctor Lapuente Giné.
Ahora son las supuestas notas falsas del máster de Cristina Cifuentes. Antes, la sombra de la corrupción sobre una senadora. Cada poco, un nuevo escándalo. Y la vieja pregunta de siempre: ¿por qué a nuestros políticos les cuesta tanto asumir responsabilidades? Seguida de la coletilla: “En Alemania ya hubiera dimitido”.
Aprovechando que la Semana Santa invita a la introspección, examinemos el alma nacional. ¿Somos los españoles y españolas especialmente irresponsables? Los estudios que comparan culturas, como los de Geert Hofstede, nos ofrecen algunas pistas interesantes. Un rasgo que caracteriza a casi todas las democracias avanzadas —de Canadá a Australia, pasando por EE UU, Reino Unido, Francia o Suecia— es que son culturas del “Yo”, no del “Nosotros”. Sus ciudadanos se sienten fundamentalmente responsables de sí mismos (y de su familia directa).
Por el contrario, en el resto del mundo predominan las culturas del “Nosotros”. Los ciudadanos se identifican con un grupo más amplio (familia extensa, amigos, clan, etcétera), cuyos miembros se cuidan a cambio de lealtad.
A medio camino entre el individualismo y el colectivismo se encuentra España. Curiosamente, junto a la también católica Austria, y a la confucionista Japón. Esto tiene varias ventajas. Por ejemplo, los españoles nos sentimos relativamente cómodos en casi cualquier lugar del planeta. Y viceversa. Nuestra forma de vida gusta a personas de sociedades muy diferentes.
El inconveniente es que, en comparación con otras democracias capitalistas, nos cuesta asumir la responsabilidad individual. El problema personal de un político, ya sea el currículo o la malversación de fondos, se convierte en grupal: la oposición nos ataca, prietas las filas. Como confesaban fuentes del PP madrileño, proteger a Cifuentes es “por pura supervivencia, si cae no aguantamos más”. No es ella. Somos nosotros. El grupo.
Por eso, nuestros políticos se agarran a la silla más que alemanes o británicos. La mancha de un político salpica a todo su partido. No nos interesa el pecado. Tampoco el pecador. Solo castigar a los otros y salvar a los nuestros.



Texto 2.
Extinciones
EL PAÍS 25/03/2018 - Ana Merino
La noticia de la muerte del último rinoceronte blanco macho del norte nos tiene que dar vértigo, nos tiene que asustar porque significa un abismo. Los rinocerontes, como los elefantes o los hipopótamos, son descendientes de los seres inmensos que poblaron la tierra. Cuenta la leyenda judeocristiana que Noé tuvo que distribuirlos por todo el arca y que cada especie y subespecie de aquellos gigantescos animales sirvieron de pilares que asentaron y equilibraron aquel frágil, pero colosal, transatlántico lleno de todos los seres vivos terrestres del planeta. A Noé se le podría reconocer como el primer ecologista proteccionista de la historia mítica o apócrifa que construye tradiciones positivas. Ser consciente de la importancia de todos los seres vivos del planeta es clave para preservarlo, esa visión no está insertada en nuestro código genético, al parecer, se construye con la educación. En aquella ocasión tuvo que bajar Dios mismo del cielo y darle instrucciones a aquel hombre que tan buena predisposición mostró para un encargo desmesurado.
Hay otras leyendas y creencias que no son tan cuidadosas con los animales. Existen supersticiones que originan un terrible y dañino caos. Supersticiones que alimentan la extinción de nuestros grandes animales. Dicen que el cuerno del rinoceronte tiene propiedades curativas y afrodisiacas. No es verdad, pero el sanguinario afán consumista que lo demanda ha originado que aparezca la figura del malvado cazador furtivo. Un personaje que sabe que le pagarán miles de dólares por el codiciado cuerno y que no pierde el tiempo en disquisiciones existenciales o responsabilidades éticas, y que va bien armado y está preparado para contribuir a la extinción de todo animal que se le cruce.
Si se terminan los rinocerontes, el cazador furtivo buscará otro producto y otro comprador, y no perderá el sueño, para eso se siente poderoso con su rifle. Tampoco pierde el sueño el curandero que engaña al consumidor, ni el consumidor que se cree tocado por la fuerza del rinoceronte que han matado a sangre fría para arrebatarle el cuerno. Una cadena de despropósitos que hace que nos quedemos sin nuestros grandes mamíferos, que nos quedemos huérfanos de la belleza auténtica, de la vida salvaje más pura.
Elaboremos otra creencia que apoye las leyes internacionales que los protegen, declaremos sagrados a estos animales. Matarlos para arrancarles su cuerno traerá la desgracia al cazador, al mercader, al curandero y al consumidor. La maldición del cuerno se cebará con todos ellos y tendrán implacables desdichas.



Texto 3.
Perfeccionar el sistema.
EL PAÍS 21/03/2018 - Editorial
Uber ha suspendido provisionalmente las pruebas de coches sin conductor después de que un vehículo autónomo atropellase a una mujer en Tempe (Arizona) que murió a causa del golpe. El accidente indica que el desarrollo de la tecnología de los coches autónomos, una sofisticada interacción de cámaras, escáneres y radares gobernados por un procesador, carece aún del grado de seguridad adecuado para alcanzar el nivel infalible que se espera de la inteligencia artificial.
Los ingenieros y diseñadores de este tipo de vehículos tendrán que perfeccionar el sistema por el que los cientos de miles de datos instantáneos que recibe el procesador se convierten en una decisión correcta al límite del 100%.
Quienes suponían que el coche sin conductor era ya un hecho pueden haberse precipitado. Por una razón evidente: el procesador de información no reacciona siempre correctamente. En primer lugar, porque quizá no pueda convertir la información en decisiones correctas; y después, porque tiene que responder a la conducta impredecible de las personas a las que debe respetar.

El coche sin conductor plantea algo más que un problema de progreso tecnológico. En el supuesto de que estuvieran preparados para circular por las calles, tendrían que convivir con conductores humanos. Esta circunstancia introduce al mismo tiempo un grado complejo de impredecibilidad y la capacidad innegable de las personas para responder a situaciones insólitas. Lo cual, a su vez, propone cuestiones legales y éticas que no se resuelven desde el campo de la inteligencia artificial. Por ejemplo, ¿quién es el responsable de un accidente provocado por un coche autónomo? Lo cual conduce seguramente a la necesidad de que, sea cual sea el grado de seguridad tecnológica, sea exigible siempre la presencia de una persona a bordo.


FUENTE:

http://www.iesmontevives.es/sites/default/files/archivos_adjuntos/PROPUESTA%20DE%20TEXTOS%20PERIOD%C3%8DSTICOS%20PARA%20LA%20PR%C3%81CTICA%20DEL%20COMENTARIO%20DE%20TEXTO.docx

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